El 20 de junio, el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva para cesar la separación de las familias en la frontera de los Estados Unidos, una política de “tolerancia cero” que su administración estableció a principios de mayo.
La administración de Trump había decidido separar de sus familias a los hijos de adultos que serían enjuiciados federalmente, o encarcelados, por intentar cruzar la frontera de los Estados Unidos. Esta política fue aplicada por casi dos meses por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de los Estados Unidos, conocido en inglés como United States Immigration and Customs Enforcement (ICE).
A través del tiempo previo a la orden ejecutiva, la política provocó una indignación pública. La administración Trump defendió incesantemente la política e incluso culpó al partido Demócrata. Sin embargo, la presión comenzó a aumentar; no solo los estadounidenses sino las figuras globales importantes denunciaron su inmoralidad.
El mismo día antes de la firma de la orden, el Papa Francisco condenó la política de Trump; también la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, expresó su inquietud. Acompañado por toda la presión y con un intento desesperado de restablecer la paz con sus aliados, incluídos los críticos dentro de su propio partido político, Trump no tuvo más remedio que hacer un cambio.
A pesar de su supuesto esfuerzo por recuperar algo de aprobación, la política de inmigración de Trump ha causado angustia y daños que nunca se pueden revertir. También ha demostrado a los estadounidenses y al resto del mundo que Trump sigue mostrando una actitud de absoluto desprecio hacia los inmigrantes. Simplemente no le importa considerar las violaciones de derechos humanos cometidas como resultado de sus decisiones.
Su obvia falta de respeto básico y preocupación por las personas ha causado, y seguirá causando, un sufrimiento sin fin que nunca se puede perdonar. Su decisión de firmar la orden ejecutiva no refleja su propio sentido de simpatía ni de comprensión. Trump nos ha demostrado que cree que separar a niños inocentes de sus familias es algo que considera una forma de progreso beneficioso para nuestra sociedad. Permitió que el daño psicológico y emocional, las restricciones físicas injustas, y el trato inhumano continuara para más de dos mil niños.
Nada puede compensar esto. Estos niños crecerán y siempre recordarán la crueldad y el miedo que enfrentaron en la frontera de los Estados Unidos. Así es como se recordará a la administración Trump. Esta es una política que nunca debería haber existido en primer lugar. Trump no es heroico por su decisión. Desde el comienzo, no fue necesario establecer una regla tan dura. Trump estaba completamente a favor de esta decisión de destruir voluntariamente las vidas jóvenes. Eso nunca debe ser olvidado.